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miércoles, 5 de diciembre de 2012

MINA LA TARASCA DE GUAYMAS A HERMOSILLO

La mina La Tarasca, representa; sin lugar a dudas, la más fascinante leyenda de la historia de la
minería sonorense. Ya desde finales del siglo XIX se hablaba de los prodigiosos depósitos de oro
y en los archivos históricos, muchos denuncios llevan su nombre, como prueba de la gran
cantidad de ambiciosos buscadores de riqueza, que hicieron grandes esfuerzos por encontrarla y
jamás lo lograron. La verdad es que con el tiempo, su verdadera ubicación, se ha convertido en
un verdadero mito, incrementando con esto, la seducción que ha ejercido entre la comunidad de
mineros y gambusinos de la región. Hasta hoy, nadie ha dado con ella.
Alfonso López Riesgo, un empedernido buscador de la mina, hace mas fantasiosa la historia al
decir “tengo la convicción de que se trata de una gran corrida de oro, que se prolonga muchos
kilómetros , procedente del mar, hasta llegar al norte”, luego dice que “la veta entra por un cañón,
hasta encontrarse con la mina La Pima”, y termina diciendo “ ahora sí, poco mas o menos de este
lugar, la veta se define con rumbo a La Colorada, hacia el noreste, donde, debido al choque con
las estribaciones de las altas sierras orientales, volvió a enderezarse al norte dejando a su paso el
formidable mineral. Más adelante, hay algunos puntos de referencia de su curso entre los que
destacan el cerro de El Carrizo, frente a la Hacienda La Labor, más adelante el cerro Colorado y
de El Naranjo, al este y noreste de San Miguel Horcaditas, para rematar en el Cerro de Oro, de
riquezas auríferas inobjetables, cerca de Rayón.”
No cabe duda, de que la interpretación de López Riesgo, no aprueba el más mínimo análisis
geológico, pero como todo gambusino, el ya finado y querido amigo, da rienda suelta a su
imaginación de gambusino. Pero dejémonos de cuentos e iniciemos con la fascinante historia, que
también es lo mismo.
Cuenta la leyenda que, alrededor de 1580, un grupo de soldados españoles, en su afán
expedicionario por el noroeste del país, llegaron a Cócorit en lo que hoy es Sonora y se
enfrascaron en una batalla con un grupo de indios yaquis. La derrota fue para los invasores
hispanos, quienes emprendieron la huida en desbandada. Un par de soldados; que eran hermanos,
se desprendieron del grupo, tomando rumbo hacia el norte hasta llegar a la Sierra La Palma, al
norte de Guaymas. En su afán de evitar encontrarse con los belicosos indios seris de la región,
que hacían sus correrías por los valles, siguieron su camino por entre las serranías, hasta toparse
con un campamento de indios pimas; quienes eran menos agresivos que las otras tribus. Los
indios los aceptaron con las reservas del caso, pero los españoles; se ganaron su confianza con el
tiempo, instruyéndolos en las artes de la metalurgia, hasta entonces desconocidas por los indios.
Los pimas, trabajaban una mina llamada “La Pima”, misma que los españoles conocieron, y
quienes haciendo uso de sus conocimientos sobre minería, descubrieron hacia el sur, otra veta
mucho mejor, “donde en cantidades inmensas, a flor de tierra, estaba el oro y la plata en estado
virgen”. Los españoles habían descubierto la mina mas rica hasta entonces conocida, a la que
bautizaron como “La Tarasca”.
Los españoles abandonaron el lugar, cargados con una gran cantidad de metal y prosiguieron su
rumbo hacia el noroeste; rumbo al mar, en busca de sus compañeros de expedición. No lo
lograron, uno de ellos murió de una mordedura de víbora de cascabel y el otro fue muerto en un
ataque de los indios seris.
Julio César Montané Martí; el ilustre historiador sonorense, en su artículo sobre la minería
colonial en Sonora, nos platica que, el 17 de enero de 1777, el Sargento de la Compañía Franca
de Voluntarios de Cataluña Juan Pujol y Masmitja, recibió del Rey de España, una licencia para 2
explotar una mina que descubrió; con ayuda de un indio, en el Cerro Blanco, frente a las Tetas de
Cabra, al norte de Guaymas. ¿Sería esta la mina La Tarasca?
José Francisco Velasco, en su libro Noticias Estadísticas del Estado de Sonora, de 1850,
menciona que “ en el Cerro Prieto, que es la sierra que se ve al oriente, camino para Guaymas,
entre el rancho de La Palma de don Manuel Palacios y la Cara Pintada (un paraje desierto
conocido con ese nombre) hay una mina que, según la tradición fue muy rica, llamada La
Tarasca, y que pasa de cien años que se trabaja, y se abandonó por la persecución de los seris y
pimas. En la misma sierra o Cerro Prieto se ven otras minas antiquísimas, cuyo conjunto formaba
sin duda un mineral, del que se observan algunas señales o vestigios, como escombros de casas y
graseros, a cosa de una milla del rancho de La Puente. Por la misma tradición se sabe que desde
la mina Tarasca se ven los terrenos de la mina llamada Los Pimas, hacia el poniente de aquella”.
Como vemos, la descripción que hace Velazco, nos da una idea clara de la historia contada
anteriormente.
En el libro México y sus Progresos, editado alrededor del año 1908, se cuenta que “Del Distrito
de Hermosillo, Minas Prietas es sin duda el mineral más grandioso, y así lo comprueba la alta
importancia que en distintas épocas ha tenido. Su historia alcanza edades muy remotas, pues tiene
contacto con las lejanas etapas virreinales, en la que señala el descubrimiento de estas soberbias
riquezas. Perdidas en las medias de un misterioso pasado, se encuentra una mina maravillosa que
ha llegado hasta nuestros días con el nombre de “La Tarasca”, de las épocas ancianas y añejas
crónicas se dice que era buriosamente rica”.
En 1954, un indio yaqui apaciguado, llamado El Chapo Coyote, que vivía en un ejido cerca del
campo Las Parvas, le confesó a Antonio López Riesgo; hermano de Alfonso, “cuando nosotros
estábamos alzados íbamos a una mina cada tanto tiempo para sacar oro y comprar armas y parque
A unos nos tocaba vigilar arriba de los cerros y otros bajaban para sacarlo”, la mina está en un
cañón “muy fragoso”, le dijo. Al pedirle que lo llevara al lugar, el indio le contestó “no puedo
hacer eso”, pero le dio las siguientes señas para que llegara solo “ve al aguaje de La Pintada y
fíjate muy bien en las ramas. Vas a ver algunas que están muy trozadas aunque hayan vuelto a
brotar. Es que nosotros teníamos una vereda por donde bajábamos al agua. Síguela hasta llegar a
lo más alto de la sierra. Volteas al otro lado y sigues caminando tratando de mirar un cañón
hondo. Ya metido en el terreno lo tienes que encontrar. Cuando así sea lo sigues, tienes que
caminar rumbo al sur, como si fueras para Guaymas. Vete fijando arriba y donde veas dos relices
juntos párate y fíjate abajo. Tienes que ver una piedra muy grande. Dale vuelta y vas a ver,
buscando, la boca de la mina”
En otra época, don Jesús León, residente en Guaymas, acompañado de Carlos Salazar, un tornero
de Sinaloa, intentaron encontrar La Tarasca, acompañados de un indio yaqui, quién,
supuestamente había heredado de su abuelo, la información para ubicar la ya famosa mina.
Acamparon en el Cañón del Diablo y el indio yaqui les dijo, antes de anochecer; indicando un
lugar localizado un kilómetro más adentro de su campamento: “fíjense bien en ésos cerros, allí
está La Tarasca”, para después abandonarlos mientras dormían, regresando a su casa a Guaymas.
Al cuestionarle sobre su actitud, solamente alcanzó a decirles: “el indio tiene miedo”,
supuestamente debido a que en la tradición india, quien revela el secreto de la ubicación de un
tesoro o una mina, se muere. Obviamente, nunca encontraron la mina.
El laureado compositor sonorense Rodolfo Campodónico, intentó también, a principios del siglo
XX, encontrar La Tarasca, cuando un par de indios yaquis; en agradecimiento a su trato como
empleados, le regalaron un par de pepitas de oro, que supuestamente habían traído de una mina
cerca de la Pintada, rumbo a Guaymas. La búsqueda fracasó, debido a que Campodónico se hizo
acompañar por el ex Gobernador Gral. Luis E. Torres, que a su vez, se hizo acompañar por su
subalterno el Teniente Santibáñez, quien un kilómetro antes de llegar al lugar y creyendo estar
seguro de saber donde estaba la mina, mató a los indios yaquis, para que no hubiera testigos de su 3
descubrimiento y como consecuencia, menos socios con quien compartir las riquezas. La
búsqueda también fracasó.
En otra ocasión, José María Lemas platica que, un norteamericano de apellido Walter, fue
conducido con los ojos vendados, hasta el lugar de la mina. Lo llevaron hasta una cueva donde le
mostraron una fila de cajas de vela llenas de bolsas de gamuza repletas de oro; que provenían de
La Tarasca, le dijeron y de las que le entregaron un puñado de pepitas de oro, de las que a su vez,
él le regaló unas cuantas a Lemas. La intensión de los yaquis era, pagarle al gringo con oro, el
envío de armas desde USA.
Don Rafael Acosta Sánchez platica que en 1948, viviendo en Sinaloa, un indio yaqui le platicó de
la mina La Tarasca, diciéndole que se encontraba cerca de un lugar conocido como Cara Pinta “
desde donde se ve un lugar muy desierto”, siguiendo la ruta de Estación Torres y el rancho La
Palma y el rancho Tinaja del Carmen. Don Rafael platicaba también que, en 1920, durante un
combate del ejército con unos yaquis en Vícam, Luis Rivera, secretario de la tribu, antes de morir
le entregó a su asistente Clemente Vega, un canuto de carrizo que contenía la información de la
ubicación de la mina La Tarasca, que textualmente decía: “De la Estación Torres, al oeste, punto
conocido como Rancho de La Palma. De hay esta punto conocido como la Tinaja del Carmen.
Enfrente esta una sierra donde esta Cerro Prieto. Antes se encuentra Cara Pinta de donde se
divisa el Rancho La Fuente. Estos lugares estaban habitados por indios pimas de Cerro Prieto.
Está una barranca bastante honda y se divisan dos cantiles. Al terminar la barranca está una
calzada cubierta por un bosque. Al frente dos palmas y dos picachos. Detrás de éstos está la boca
o sea la entrada a la codiciada mina La Tarasca, de tiempo del dominio español”.
Don Alfonso López Riesgo, que dedicó más de veinte años de su vida a buscar la mina, e hizo
algunos viajes con ese propósito; el último de ellos con la información anterior, dice que la
verdadera ubicación es la siguiente: “partiendo del rancho de La Palma hacia la sierra, a cosa de
12 kilómetros o menos, se divisa el que supongo es el cerro Cara Pinta o Cara Pintada; enseguida
se entra al < valle desierto habitado por los pimas >, creo que sea donde están las ruinas del
campamento. Al entrar a este valle, con rumbo al sur, está la Tinaja del Carmen, también creo
que así se llama. Y allá, al fondo del valle, a 5 kilómetros hacia el sur, está el cañón. En su
interior está La Pima, pero siguiéndolo hasta terminar, se encuentra uno con esa calzada y
bosque, de donde se ven dos cerritos con punta detrás de los cuales está la mina. Se habla de dos
palmas y lo creo. La boca de la mina está derrocada pero tiene entrada. Eso es todo”.
Y termina diciendo don Alfonso; “Aunque conozco más de La Tarasca, lo expuesto hasta aquí es
lo más interesante. Respecto al documento en cuestión es de legítima procedencia yaqui y por
consiguiente digno de crédito. Termino en esta forma mi versión sobre la legendaria mina, seguro
de que estas informaciones, hasta hoy, son las más objetivas y capaces de establecer el secreto de
una de las leyendas más famosas de Sonora.”
El caso es que, revisando la hoja 1:250,000 de INEGI, encontramos que el lugar que se describe
en las historias, pertenece a la hoy conocida como Sierra Libre, localizada a unos 50 km. al sur de
Hermosillo, a la altura del paraje conocido como La Pintada y el área del lugar tiene una
extensión de unos 600 km2, por lo que, con la tecnología de exploración actual y la información
aquí expuesta, cualquier compañía minera podría encontrar la mina La Tarasca en un santiamén,
aunque en realidad no la encontraría nunca, ya que la mina solamente existió en la mente de los
que la buscaron. ¿O existirá realmente? … yo ya me quedé con la duda.













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